MONTENEGRO es el último eslabón de un proyecto que a mediados de los años ochenta comenzó a gestarse en Cáceres de la mano de Rades.
Un proyecto que ha pretendido, desde los primeros días de TABULA RASA (padre natural de MONTENEGRO), presentar un mundo musical en el que se reflejaran los ecos de la vida de la ciudad; una línea de difícil configuración pero que acoge en su seno la música Raí de Argelia, el Fado de Lisboa, el Tango de Buenos Aires, los Rebetika griegos, los acordeones del Sena parisino, las Canciones Napolitanas y los valses del Prater vienes; música, en fin, de arrabal, puerto y amores decimonónicos.
Un proyecto que intenta huir tanto de la música de inspiración anglosajona como del folklore que se guarda en registros históricos.
Un proyecto que sin abandonar el elemento acústico, se adentra, en su realización, en la alta tecnología, que aparece como definición estética en un intento de trasladar a los finales del S. XX, tiempo de computadoras, el espíritu de aquellas tabernas y aquellos lances amorosos que, a escondidas, acompañaban a la luna en los muelles. Una huida hacia geografías como la Alfama lisboeta, las Islas del Egeo o las tortuosas calles de los puertos argelinos; hacia geografías que sólo se guardan en los libros, geografías que, por supuesto, no existen.
MONTENEGRO está formado por Olga Martín, que ya puso voz e imagen a Adela Montenegro, el segundo eslabón de esta cadena, e Inmaculada Herranz, cantante también de TABULA RASA. Ambas prestan sus exquisitas voces a las músicas creadas por Rades.
Voces que hay que añadir, sin duda, a las de esas grandes mujeres que cantan o cantaron la cara oscura de la ciudad, con músicas que forman parte ya de nuestra memoria; mujeres como la bonaerense Susana Rinaldi; Edith Piaf; la señora Amalia Rodrigues; Marlene Dietrich; la griega Angela; la turca Sezen Aksu; la profesora argelina Houria Aíchi; Lotte Lenya o la cantante yemenita Ofra Haza.
Por su parte la música de Rades intenta conjugar elementos informáticos con aires que pertenecen a la cultura popular como la habanera, la zambra, el vals, el sirtaki griego,etc.
Dotada de una fuerte carga literaria y romántica esta música supone un intento de rescatar el espíritu de las antiguas películas de aventuras y de los libros de viajes.
Los textos, escritos por el propio Rades con la ayuda de Olga Martín e Inmaculada Herranz, cuentan con la inestimable colaboración y supervisión de algunos de los poetas más interesantes del panorama literario extremeño como Juan Manuel Barrado, Javier Alcaíns o José Luis Rozas. Textos que hablan de amores mercenarios, de la geografía de la ausencia, que evocan los poemas de Safo, los amores furtivos, la soledad, las cartas que nunca llegan. Textos, en fin, donde la sugerencia y el simbolismo campean y anidan.
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